La palabra rutina ha sido asociada con algo negativo, aburrido o monótono. Pensamos que la rutina es hacer lo mismo una y otra vez, pero realmente el significado de este término es hacer las cosas de manera más o menos automática, sin tener que pensar mucho al realizarlas.  

Y es que el problema no es hacer siempre lo mismo, es que dejamos de ser conscientes de lo que estamos haciendo y todo se vuelve paisaje. Por eso, una solución para que la cotidianidad deje de ser “aburrida” puede ser ritualizar tus rutinas, o como mucho hemos escuchado, romantizarlas. Lograr que cada parte del día sea tan agradable que se lleve toda nuestra atención y que podamos vivir y disfrutar el momento.

Una ducha no se ve como la de todo el mundo, está acompañada de música, una rama de eucalipto, un masaje en el pelo, con los ojos cerrados y el shampoo que mejor huele. O preparar la comida, puede ser una actividad cualquiera o puede ser un momento para escuchar un buen podcast, sentir los olores y las texturas de los ingredientes, y tomar algo que se disfrute: un vino, un café o un té.  

Alistarse para el trabajo puede ser más que eso y convertirse en un espacio de cuidado y amor propio en el que solo pienses en ti y en este momento, con sonidos de relajación, mucho mucho skincare para consentir la piel y un peinado diferente para un pelo que nadie pueda dejar de ver.